Venecia

“Soy una puta vieja, pero voy a ir a Venecia”.

Esta es la resolución de la Gringa, dueña de un pequeño prostíbulo en Jujuy. Ciega y anciana, desea ir a la Ciudad de los Canales antes de morir. Allí espera reencontrarse con don Giacomo, al que amó y traicionó hace mucho tiempo. Sin dinero para el viaje, sus pupilas deciden cumplirle el sueño valiéndose del arrojo y la imaginación: “Vamos ir todos a Venecia, qué joder”.

Escrita en 1981 y representada en numerosos escenarios de Argentina y el mundo, Venecia, de Jorge Accame, sigue destacándose por su acertado uso del humor y el coloquialismo. Resalta también por la caracterización a la vez tierna e irreverente de sus personajes, ajena al paternalismo y los lugares comunes; y por un juego entre ficción y realidad muy bien logrado.

Ya sea que la relean, la hayan visto en escena o se acerquen a ella por primera vez, la obra invita a sus lectores a llorar y reír a un tiempo, siguiendo la tradición grotesca del teatro argentino; y, sobre todo, a conmoverse ante el quehacer colectivo de los personajes, que, por delirante que se muestre, parece confirmar una cosa: en el deseo de hacer felices a los otros hay un poder transformador.